Monge Cesar Maria Elizzeth
Lopez Rodriguéz Mariela Susana
Cortez Paramo Jazmín
Solares Hermenegildo Paola Karen
Perez Alarcon Leslie Karina
Lopez Solis Ángel Adrian
La Eutanasia
Determinaremos cual es el motivo por el cual familiares deciden quitarle la vida al paciente y cual es la razón en el que ahí países donde es legal o ilegal la Eutanasia
jueves, 30 de mayo de 2013
miércoles, 29 de mayo de 2013
DESARROLLO
LA EUTANASIA
La
eutanasia es un tema altamente controversial que se ha venido tratando en
diversas instituciones de carácter no sólo
de carácter jurídico, sino ético y religioso por igual. También se
refiere a que es un acto u omisión destinados a provocar la muerte de un
paciente que experimenta un sufrimiento insoportable o una degradación
insostenible, con mayor razón si ha entrado en la etapa final, esto quiere
decir que la muerte no se da por diversas causas naturaleza en forma mediata.
Sin embargo,
esta palabra ha adquirido desde antiguo otro sentido, algo más específico:
procurar la muerte sin dolor a quienes sufren. Pero todavía este sentido es muy
ambiguo, puesto que la eutanasia, así entendida, puede significar realidades no
sólo diferentes, sino opuestas profundamente entre sí, como el dar muerte al
recién nacido deficiente que se presume que habrá de llevar una vida
disminuida, la ayuda al suicida para que consume su propósito, la eliminación
del anciano que se presupone que no vive ya una vida digna, la abstención de
persistir en tratamientos dolorosos o inútiles para alargar una agonía sin
esperanza humana de curación del moribundo, etc.
Dado
a este debate se plantea muchas veces con una terminología que oculta el
verdadero carácter del acto. Así como derecho a disponer de la vida propia,
muerte digna, morir con dignidad, ya que esto lo ocultan de una manera muy
diferente a como lo conocemos.
Con
la eutanasia posee diversos componentes y clasificaciones. Las principales
características para que se realice esta practica se debe de otorgar su
consentimiento de los familiares de la paciente y debe de ser razonado,
voluntario y continuo, debe de ser asistido por personal medico y tener la atención para que este tratamiento
se brinde compasión y libertad del paciente, despojarlo de su sufrimiento.
Existen términos relacionados con la
eutanasia, pero no se consideran dentro de ella, quizás el más común es la
distanacia que esto es la prolongación de la vida de un paciente haciendo uso
de medios artificiales. El proceso
contrario, es la suspensión de estos medios se conoce como antidistanacia. La
ortotanasia es simplemente la muerte en su momento biológico adecuado.
La naturaleza con que se suele
plantearse a la opinión publica un tema tan complejo, lleva a dudar del valor
real de las abundantes encuestas a favor de la eutanasia que utilizan un
objetivo que es crear la falsa imagen de una amplia demanda social. Se
analizaron los argumentos utilizados para la legalización:
1.-
la primera es la razón de la libertad o autonomía cada persona tendría derecho
a controlar su cuerpo y su vida incluso su muerte.
2.-
la segunda, afirma que la vida del paciente puede carecer de valor según
criterios de objetivos: dolores insoportables, estado terminal, como
irreversible, senilidad avanzada, situación de grave postración física o
psíquica.
Aquí
la lección del paciente puede ser una confirmación del juicio objetivo, pero en
el caso de que no se expresara su parecer medico o los familiares pueden
interpretar en vez del paciente su supuesto deseo de no permanecer vivo en
diversas condiciones. Por lo tanto lo que justifica aquí el homicidio por
piedad no es la voluntad autónoma del paciente, sino el presunto amor compasivo
del medico. Los médicos nunca deben provocar la muerte: la medicina no esta
para eso, aunque alguna ley lo permitiera o sea solicitado por el paciente, su
familia o un comité de ciudadanos hospitalizados. Una muerte digna encuentra
respuesta, no en la legalización de la eutanasia, sino en el desarrollo y
difusión de cuidados paliativos, tratando de eliminar el sufrimiento y no al
ser humano que sufre, compartiendo sus temores e incertidumbres, en la actitud
solidaria de sus familias hasta sus últimos momentos. Nada ni nadie pueden
autorizar la muerte de un ser humano inocente, sea niño, adulto, anciano,
enfermo o etc, nadie mas puede pedir ese gesto homicida para si mismo o para
estos otros, ni puede consentirlo explícitamente o implícitamente, ninguna
autoridad puede legítimamente ni permitirlo. Si esto se trata de una ofensa a
la dignidad de la persona humana, se da un crimen contra la vida misma.
CLASIFICACIONES DE LA EUTANASIA
También se utilizan, en forma casi sinónima, las
calificaciones de positiva y negativa respectivamente:
·
Eutanasia directa: Adelantar la hora de la muerte en caso de una enfermedad incurable.
Esta a su vez posee dos formas:
Activa: Consiste en provocar la
muerte de modo directo. Puede recurrirse a fármacos que en sobredosis generan
efectos mortíferos.
Pasiva: Se omite o se suspende el
tratamiento de un proceso nosológico determinado (por ejemplo una
bronconeumonía), o la alimentación por cualquier vía, con lo cual se precipita
el término de la vida. Es una muerte por omisión.
La eutanasia pasiva puede revestir dos formas: la abstención terapéutica y la suspensión terapéutica. En el primer caso no se inicia el tratamiento y en el segundo se suspende el ya iniciado ya que se considera que más que prolongar el vivir, prolonga el morir.[] Debe resaltarse que en este tipo de eutanasia no se abandona en ningún momento al enfermo.
La eutanasia pasiva puede revestir dos formas: la abstención terapéutica y la suspensión terapéutica. En el primer caso no se inicia el tratamiento y en el segundo se suspende el ya iniciado ya que se considera que más que prolongar el vivir, prolonga el morir.[] Debe resaltarse que en este tipo de eutanasia no se abandona en ningún momento al enfermo.
·
Eutanasia indirecta: es la que se verifica cuando se efectúan, con intención terapéutica,
procedimientos que pueden producir la muerte como efecto secundario. Por
ejemplo, la administración de analgésicos narcóticos para calmar los dolores.
Los mismos, como efecto indirecto y no buscado, provocan disminución del estado
de conciencia y posible abreviación del período de sobrevida. Aquí la
intención, sin duda, no es acortar la vida sino aliviar el sufrimiento, y lo
otro es una consecuencia previsible pero no perseguida.
Hay otros
aspectos relacionados con este mismo tema que son:
- Suicidio asistido: Significa proporcionar
en forma intencional y con conocimiento a una persona los medios o
procedimientos o ambos necesarios para suicidarse, incluidos el
asesoramiento sobre dosis letales de medicamentos, la prescripción de
dichos medicamentos letales o su suministro. Se plantea como deseo de
extinción de muerte inminente, porque la vida ha perdido razón de ser o se
ha hecho dolorosamente desesperanzada. Cabe destacar, que en este caso es
el paciente el que voluntaria y activamente termina con su vida, de allí
el concepto de suicidio.
- Cacotanasia: Es la eutanasia que se
impone sin el consentimiento del afectado. La palabra apunta hacia una mala
muerte
- Ortotanasia: Consiste en dejar morir
a tiempo sin emplear medios desproporcionados y extraordinarios para el
mantenimiento de la vida. Se ha sustituido en la terminología práctica por
muerte digna, para centrar el
concepto en la condición (dignidad) del enfermo terminal y no en la
voluntad de morir.
- Distanasia: Consiste en el encarnizamiento
o ensañamiento terapéutico, mediante el cual se procura posponer el
momento de la muerte recurriendo a cualquier medio artificial, pese a que
haya seguridad de que no hay opción alguna de recuperar la salud, con el
fin de prolongar la vida del enfermo a toda costa, llegando a la muerte en
condiciones inhumanas. Normalmente se hace según los deseos de otros
(familiares, médicos) y no según el verdadero bien e interés del paciente.
LEGALIZACION DE LA EUTANASIA Y EL SUICIDIO ASISTIDO
Aceptado el
derecho a morir cuando a juicio del propio interesado su vida es intolerable
por el sufrimiento, que la convierte en indigna, cabe plantear si puede hacer
valer ese derecho legalmente. Esto es, reclamar a la sociedad, al Estado, que
lo auxilien para poder lograr su objetivo. Esto significa en concreto, la
incorporación de la eutanasia y el suicidio asistido a las prácticas medicas.
El arte de curar tendrá entonces que ser también el arte de matar, o de ayudar
a morir.
Como se ha expresado antes, la vida
es un bien de la persona que se integra en el círculo de su libertad. Por lo
tanto cada persona particular puede disponer fácticamente sobre su propia
muerte según su conciencia. Esta disposición de privarse de la propia vida, es un
acto que la ley no prohíbe, el suicidio no es castigado. El hecho de que el suicidio
no sea proseguible penalmente no debe interpretarse como reconocimiento de un
derecho subjetivo a la propia muerte. El reconocimiento del derecho a la vida tienen un contenido de protección
positivo, de afirmación que excluye necesariamente el contario, es decir, el
derecho a la muerte, si se reconociera el derecho subjetivo a la muerte, todos,
aun los profesionales de la salud, estarían obligados a respetar la decisión de
quienes deciden concluir con su vida. Todos deberían entonces abstenerse de
evitar suicidios.
De la misma manera que la autonomía
del paciente, en cuanto facultad de decidir acerca de tratamientos y
actuaciones medicas que afecten a su propia vida, constituye un derecho de la persona estrechamente vinculado con los
derechos a la integridad física y de la vida, estos mismo derechos marcan los
limites de la autonomía del paciente que nunca será absoluta, de modo que
llegue a incluir el derecho a prescindir la propia vida. El rechazo a un tratamiento es un derecho del
paciente y manifestación de su propia autonomía, en tanto refleja sus ideas y
códigos morales. Este rechazo puede llevarlo a la muerte, si el tratamiento es
indispensable para mantenerlo con vida. La vida así mantenida por el
tratamiento, puede haberse tomado incompatible con lo que el paciente entiende
es la dignidad humana. Así es que rechaza una condición que no tiene otro
tratamiento que el que la perpetúa.
LOS PRINCIPALES ARGUMENTOS PARA PROMOVER LA LEGALIZACION
DE LA EUTANASIA
Se
suele promover la legalización de la eutanasia y su aceptación social con cinco
clases de argumentos:
-
el derecho a la muerte digna, expresamente querida por quien padece
sufrimientos atroces;
-
el derecho de cada cual a disponer de su propia vida, en uso de su libertad y
autonomía individual;
-
la necesidad de regular una situación que existe de hecho. Ante el escándalo de
su persistencia en la clandestinidad;
-
el progreso que representa suprimir la vida de los deficientes psíquicos
profundos o de los enfermos en fase terminal, ya que se trataría de vidas que
no pueden llamarse propiamente humanas;
-
la manifestación de solidaridad social que significa la eliminación de vidas
sin sentido, que constituyen una dura carga para los familiares y para la
propia sociedad.
No
todos los partidarios de la eutanasia comparten todos estos argumentos; pero
todos, en cambio, comparten los dos primeros, y a menudo el tercero.
A
lo largo de este texto iremos refiriéndonos a cada uno de dichos argumentos
para examinarlos en su propio contexto.
ASPECTOS EN CONTRA DE LA EUTANASIA
*La vida como
un derecho propio, al adoptar por la eutanasia, se esta entregando la libertad
y al mismo tiempo acabando con ella.
*Existe una
dificultad de toma de posición en el caso de los enfermos mentales.
*Mientras hay
vida hay esperanza, sin embrago, hay que analizar y desempeñar aun mas el
verdadero significado de esta frase, y esto significa que se encuentra la cura
de esta enfermedad. * Podrían aumentar el numero de
eliminaciones a débiles y personas subnormales, así mismo, aumentarían las
presiones sobre el ejecutantes medico, del acto por parte de la familia.
* Los mismos
ejecutantes podrían ser tomadas como crueles, lo que puede implicar en una
sociedad como la nuestra, una perdida de confianza en la persona tratante de la
enfermedad.
*Podrían
aumentar el número de homicidios con la eutanasia, con el fin de cobrar
herencias.
*Podrían
aplicarse la eutanasia solo para el beneficio del negocio de tráfico de órganos
lo que muestra intereses económicos y políticos tras su aprobación.
*Podrían
disminuir los recursos destinados a la cura de una enfermedad, y que podría
salir más económico dejar morir a las personas y con ello se disminuye así
mismo, el esfuerzo de investigación en la medicina.
*Se puede perder
la esperanza de vivir, si como viejos las personas son dejadas de lado,
aisladas en asilos, como enfermos puedes ser eliminados simplemente.
O también hay
otras razones de el porque esta en contra:
- La Vida no es un derecho, sino el sustrato de
los derechos: ¡tenemos derechos porque estamos vivos! La Vida, como la
Libertad, son bienes de la
humanidad, por eso no pueden eliminarse ni siquiera a petición del
individuo: nadie puede pedir la muerte, como nadie puede entregarse como
esclavo voluntariamente. Son
derechos irrenunciables. Hemos retirado a los jueces el derecho a
decidir sobre la vida de los asesinos y se lo quieren arrogar ahora para
decidir la vida de los inocentes.
- La eutanasia activa -suicidio asistido- no es
un respeto de la libertad de la persona, sino la decisión de un tercero -legislador o juez- sobre qué vida
merece la pena ser vivida (o le merece la pena a la sociedad que continúe
viva). Es la peor de las discriminaciones: clasificar las vidas según su utilidad o calidad. ¿Quién
decidirá qué sufrimiento puede acceder a la eutanasia?: el cáncer de
próstata, la tetraplejia, la depresión o incluso la quiebra financiera.
- La eutanasia acaba extendiéndose. Siempre que se abre una fisura en el
edificio jurídico de la defensa de la vida, éste acaba derrumbándose.
Tenemos el antecedente del aborto: de los tres supuestos restrictivos, se
ha pasado al aborto libre a la carta.
- La eutanasia es el fracaso de la sociedad: cuando un enfermo pide la muerte lo
que está pidiendo es ayuda y más cariño. Si se le da la razón y se le „concede“
la muerte, se le está diciendo: es verdad, tu vida ya no merece la
pena, nos estorbas, nada más podemos hacer por ti.
5. Nunca puede ser digna una
muerte provocada -ni puede
ser digno provocarla-: la muerte digna es aquella en la que se trata al
paciente como persona, al margen de sus condiciones vitales, rodeado del cariño
de los demás y poniendo a su disposición los cuidados paliativos pertinentes.
La eutanasia nunca puede ser considerado un acto médico, porque no persigue ni
la curación ni la reducción del dolor;
es un acto anti-médico: persigue la muerte.
6.
La eutanasia de los niños se
presenta como una prolongación del aborto: si el niño escapó al diagnóstico de
su enfermedad durante el embarazo, existe otra oportunidad para suprimirle
ASPECTOS A FAVOR DE LA EUTANASIA
*hay derechos
para disponer la propia vida, y se puede exigir la autonomía como parte
integral de la dignidad humana y expresión de esta.
*Una vida en
determinadas condiciones es indigna, la imagen que proyecto ante los cercanos o
aun en otros.
*Aceptar una
forma de existencia en circunstancias limitadísimas, sacrificando, en cierta
forma a parientes y amigos para no verlos sufrir.
*Así como se
tiene un derecho a vivir con dignidad, porque no tener un derecho a morir
dignamente
*No debe
intentarse prolongar la vida cuando esta no se pueda vivir, haciendo del
paciente no un ser humano, sino un casi clínico interesante (como ocurre en los
hospitales universitarios actualmente) .
*Podría
institucionalizarse unos derechos no solo del paciente terminal, sino de la
familia en si.
Cada día surgen más voces que están pidiendo una legalización de la
eutanasia. Hasta ahora se ha conseguido en algunos países algo que éticamente
es aceptable. Se ha reconocido el derecho del enfermo a rechazar
tratamientos extraordinarios y poder morir en paz y con dignidad.
Evidentemente, para varias de
las asociaciones favorables a la eutanasia se trata de un primer paso hacia una
situación en la que también se admita la eutanasia positiva con aquellos
pacientes que solicitan que se ponga fin a su vida.
Una serie de objeciones muy
importantes en contra de la legalización de la eutanasia, pero que además
deberían ser tenidas en cuenta en los apartados procedentes. Se dividen estas
objeciones en tres apartados: Desde el
punto de vista de los médicos, del enfermo y de la sociedad.
Es muy importante tener en
cuenta el grave deterioro que puede seguirse en la imagen social del médico
como consecuencia de la admisión de la eutanasia, que lógicamente sería
realizada por medios "médicos".
La vocación del médico se ha entendido siempre como un servicio a favor de la vida; si se admitiese legalmente la
eutanasia se convertiría, en determinados casos, en un "agente de muerte".
¿Cómo sería la relación médico-enfermo si éste es consciente que está tratando
con una persona que puede poner fin a la vida de los pacientes?. La imagen del
médico y su relación con el enfermo se ha deteriorado ya de forma impresionante
en un aspecto muy importante de la profesión: la "humanidad" en su relación con el paciente.
Es muy difícil además tener una certeza en
la prognosis de la enfermedad y en su curso. La medicina puede llegar a la
conclusión de que un enfermo es irrecuperable, que su enfermedad es
absolutamente irreversible y que el tiempo de vida que le queda es sumamente
reducido. Pero todos hemos conocido casos en que el curso de la enfermedad es
absolutamente inesperado, en que la vida del enfermo se prolonga machismo más
de lo que la medicina hubiera podido esperar, incluso en niveles importantes de
recuperación.
a.
Por parte del médico.
Ante una petición de eutanasia
siempre habrá que preguntarse si el paciente recibe la atención que debería
prestársele. Se ha llegado a afirmar que la "eutanasia es una practica pasada de moda" dadas las posibilidades de
aliviar los sufrimientos de los enfermos mediante una administración racional
de los analgésicos de que se dispone hoy. Hay además una dificultad muy
importante. Una hipotética legalización de la eutanasia, solicitada por el enfermo,
puede actuar en forma de coacción moral sobre él mismo. Este podría verse
forzado a pedir una eutanasia, que no desea interiormente, pero que se resigna
a solicitar ante las dificultades que su enfermedad ocasiona entre las personas
que le rodean. Toda enfermedad origina una serie de gastos, de desajustes en la vida familiar, de sufrimientos entre las personas que
viven cerca del paciente... En una situación en que la "salida"
de la eutanasia es posible, resulta fácil que el enfermo se sienta coaccionado
para pedir que se ponga fin a su vida, aunque no sea ésta su auténtica
voluntad.
b.
Por parte del enfermo.
c.
Por parte de la sociedad. En primer lugar no se ve
fácil una ley que regule la eutanasia y que evite los abusos que pudieran
seguirse de ello. Hay que reconocer que no es sencillo una hipotética
legalización de la eutanasia que tenga en cuenta esta complejidad de matices y
que evite los abusos que se pueden seguir.
Los que defienden la
legalización de la eutanasia afirman que se refieren únicamente a aquellos
casos en que el propio enfermo pide insistente y conscientemente que se ponga
fin a su vida y a sus sufrimientos. Sin embargo, creemos que no se puede
infravalorar el peligro de pasar de una muerte a petición a una sin petición;
de la eutanasia aplicada a personas que lo solicitan a la impuesta a enfermos
inconscientes. Subrayemos además que los mayores esfuerzos para exigir la
legalización de la eutanasia se hacen en países técnicamente desarrollados,
donde se asiste aun importante y creciente envejecimiento de la población: donde los ancianos no encuentran su puesto en la
sociedad y se da, para muchos de ellos, una muerte social que precede a su
muerte física. La pirámide de edades de estos países muestra que una base crecientemente reducida de población activa
tiene que correr con los costes sociales de un número muy importante de
pensionistas. El riesgo de una eutanasia aplicada coactivamente a las personas ancianas puede ser
una consecuencia importante de una legalización de esa práctica.
ALGUNOS ASPECTOS A TENER EN
CUENTA PARA SU POSIBLE APROBACIÓN
Si
se aprobara la Eutanasia por parte de un Estado, se deberían tener en cuenta
aspectos como los siguientes:
El testamento en Vida o testamento vital : Un
testamento vital es un documento en el que el interesado expresa sus voluntad
sobre las atenciones médicas que desea recibir caso de padecer una enfermedad
irreversible o terminal que le haya llevado a un estado que le impida
expresarse por sí mismo. Puede realizar su propio testamento vital
personalizado, con las indicaciones y razonamientos que considere pertinentes.
1.
Se debería tener en cuenta el derecho a la intimidad,
como lo consagra el artículo 15 de la Constitución de 1991. Y a la hora de legislar sobre la Eutanasia,
habría de considerarse este derecho relacionado.
2.
Tener en cuenta, el derecho a la libre disposición del
cuerpo, como lo reconoce el derecho consuetudinario y reconocerle, así mismo,
la posibilidad de la autonomía sobre su vida al ser humano.
3.
Deben tenerse en cuenta o aplicarse los mismos principios
a un paciente mentalmente capacitado que a otro afectado de muerte cerebral, en
estado vegetativo persistente, o en estado grave e irreversible de
demencia ? Esto por que podría caerse a través de esto en una
"eutanasia social" donde los desechables pueden ser eliminados muy
suavemente, sin condenas morales y desconociéndoles de alguna manera sus más elementales
derechos.
4.
La aplicación continuada de medios extraordinarios para
alargar la vida (o la agonía ?) es una violación de los derechos
constitucionales del paciente (o quien lo represente) sería ir contra la
dignidad de la persona y contra su intimidad.
5.
Si se hablase de pacientes mentalmente incapacitados para
tomar una decisión de este tipo, ésta debe apoyarse en el principio de
subrogación para proteger los derechos de autodeterminación y el bienestar del
afectado directamente.
- Se debe tener en cuenta
el interés del paciente, cuando
éste no haya decidido algo en condiciones de vida normales anteriores, en
el interés del paciente, se hallarían implícitos aspectos como la calidad
de la vida y la edad.
- Sería aconsejable que los
hospitales tuviesen comisiones éticas a la hora de tener que tomar
decisiones de ésta índole, para aconsejar a los pacientes, si se puede, a
los familiares y a los médicos y puedan establecer directrices
hospitalarias sobre el trato a los moribundos. Idealmente, sería
aconsejable que estas comisiones fueran interdisciplinarias, con médicos,
abogados, psicólogos, enfermeras y sacerdotes entre otros.
- Al prolongarse
inútilmente la agonía de una persona, se pone a la familia en situaciones que
podrían llamarse inhumanas, se pueden destacar, en el país, los costos de
tener una persona en unidad de cuidados intensivos, que fácilmente
ascienden a costos que difícilmente pueden sufragar familias de escasos recursos, (que entre otras, son
el 60 % de la población colombiana, según datos optimistas) estos
gastos, dan, por lo general, al traste con la economía familiar, no son
difíciles de encontrar situaciones en las que la familia queda en la ruina
por destinar todos los recursos disponibles en la atención de quien
irremediablemente iba a morir. Definitivamente, en este país enfermarse es
un lujo costoso.
- El ejemplo anterior lo
que nos muestra es una realidad tangible en nuestro país, donde la
práctica de la medicina se ha deshumanizado como producto de una sociedad de
economía capitalista salvaje, donde, prima el capital sobre la vida.
- En muchos casos se alude
que mantener una persona "que de todas formas se iba a morir"
supondría una carga social y económica para la sociedad mantener con vida
a esos seres tan deficientes. Hemos considerado que así como se dedican
grandes presupuestos para la guerra interna en el país, se
deben dedicar mínimos recursos para atender a estos desafortunados y
darles un resto de vida digna o un camino hacia la muerte más digno. Pero
que sea el estado quien atienda estas
necesidades.
LA RELIGION Y LA EUTANASIA
La Iglesia Católica rechaza enfáticamente la eutanasia y
pretendiendo orientar a la comunidad frente a un tema tan polémico ha decidido,
el 12 de junio la Iglesia pidió la anulación del fallo ya que fue aprobado con
violación del debido proceso y en medio de contradicciones entre magistrados
sobre su texto final. Los magistrados que votaron a favor o en contra, lo
hicieron con pleno conocimiento de causa; existe una completa correspondencia
ente la parte resolutiva del fallo y las razones que le sirvieron de
fundamento.
Existe un documento reciente
de la Congregación para la Doctrina de la Fe en el que se expresa la postura de
la Iglesia en el tema de la eutanasia.
Los puntos fundamentales son
los siguientes:
·
Clara afirmación de la inviolabilidad de la vida humana:
"nadie puede atentar contra la vida de un inocente... sin violar un
derecho fundamental, irrenunciable e inalienable".
Por ello se condena la
eutanasia "con el fin de eliminar radicalmente a los enfermos mentales o a
los incurables la prolongación de una vida desdichada, quizá por muchos años,
que podría imponer cargas demasiado pesadas a las familias o a la
sociedad". Es inadmisible poner fin a la vida de un enfermo, incluso ante
un dolor "prolongado e insoportable".
·
Se reconoce que no existe, ni por parte del médico ni por
parte del paciente, la obligación de prolongar la vida de éste. Se insiste en
el riesgo de una terapia médica que se pueda convertir en "un tecnicismo
que corre el peligro de hacerse abusivo". En esta línea se afirma claramente
"el derecho de morir con toda serenidad, con dignidad humana y
cristiana".
·
En vez de los términos clásicos de "medios
ordinarios y extraordinarios", utiliza los términos más adecuados de
medios "proporcionados" y "desproporcionados". Para poder
delimitar el carácter proporcionado o desproporcionado de un medio terapéutico
debe tenerse en cuenta "el tipo de terapia, el grado de dificultad y de
riesgo que comporta, los gastos necesarios y las posibilidades de aplicación
con el resultado que se puede esperar de todo ello, teniendo en cuenta las
condiciones del enfermo y sus fuerzas físicas y morales".
·
Se declara, por tanto, "lícito contentarse con los
medios normales que la Medicina puede ofrecer". Esta no-utilización de las
terapias desproporcionadas no equivale al suicidio. "Significa, o bien
aceptación de la condición humana, o deseo de evitar la puesta en práctica de
un dispositivo médico desproporcionado a los resultados que se podrían esperar,
o bien una voluntad de no imponer gastos excesivamente pesados a la familia o a
la colectividad".
·
La eutanasia debe situarse en un marco que habrá de
tenerse en cuenta: la dificultad de la sociedad actual para asumir e integrar
el hecho de la muerte, y la del hombre actual para aproximarse al enfermo terminal y
acompañarle en sus angustias y sufrimientos. "Las súplicas de los enfermos
muy graves, que alguna vez invocan la muerte, no deben ser entendidas como
expresión de una verdadera voluntad de eutanasia; éstas, en efecto son casi
siempre peticiones angustiadas de asistencia y afecto. Además de los cuidados
médicos, lo que necesita el enfermo es el amor, el calor humano y sobrenatural con el que pueden y deben
rodearlo todos aquellos que están cercanos, padres e hijos, médicos y enfermeras".
Además
de un problema médico, político o social, la eutanasia es un grave problema
moral para cualquiera, sea o no creyente.
Quienes
creemos en un Dios personal que no sólo ha creado al hombre sino que ama a cada
hombre o mujer en particular y le espera para un destino eterno de felicidad y,
en especial, los católicos, tenemos un motivo más que los que pueda tener
cualquier otra persona para rechazar la eutanasia, pues los que así pensamos
estamos convencidos de que la eutanasia implica matar a un ser querido por Dios
que vela por su vida y su muerte. La eutanasia es así un grave pecado que
atenta contra el hombre y, por tanto, contra Dios, que ama al hombre y es
ofendido por todo lo que ofende al ser humano; razón por la que Dios en su día
pronunció el "no matarás" como exigencia para todo el que quiera
estar de acuerdo con el.
Para
los católicos, la eutanasia, como cualquier otra forma de homicidio, no sólo es
un ataque injustificable contra la dignidad humana, sino también un gravísimo
pecado contra un hijo de Dios. Oponerse a la eutanasia no es postura exclusiva
de quienes creen en Dios, pero para éstos es algo natural y no renunciaba: para
ellos la vida es don gratuito de Dios y nadie está legitimado para acabar con
la vida de un inocente.
La Iglesia no condena en toda circunstancia la
guerra y la pena de muerte. ¿No es contradictorio esto con su postura sobre la
eutanasia?
No
es contradictorio por cuanto la guerra y la pena de muerte pueden ser expresión
del derecho a la legitima defensa contra la agresión injusta, que la Iglesia
siempre ha reconocido a las personas y las sociedades y que, por otra parte, es
admitida por todos los ordenamientos jurídicos contemporáneos como por las declaraciones
internacionales sobre derechos humanos. La eutanasia, por el contrario, jamás
puede ser entendida como legitima defensa aunque materialmente su efecto sea el
mismo que el de la guerra o la pena de muerte. Uno
de los requisitos para considerar admisible la legítima defensa es el de la
proporcionalidad entre el ataque que se recibe y el daño que se causa al
agresor. Hoy día se extiende el convencimiento entre muchos moralistas y ello
ha sido reflejado en algunos textos del episcopado mundial- de que los medios
de destrucción masiva existentes hacen desproporcionado cualquier guerra en la
que se usen estos medios. Asimismo se extiende la opinión de que la ineficacia
acreditada de la pena de muerte como elemento disuasorio, la convierte también en
desproporcionado para justificarla moralmente como legítima defensa social. Por
tanto, en la medida en que medios distintos de la pena de muerte y la guerra
sean suficientes para defender las vidas humanas contra el agresor y para
proteger la paz pública, estos recursos no sangrientos deben preferirse por ser
más proporcionados y más conformes al fin perseguido y a la dignidad humana.
¿Por qué la Iglesia condena el suicidio y la
eutanasia y, en cambio, exalta el martirio?
La
vida humana en su dimensión corporal participa ciertamente, según se ha dicho
antes, de la dignidad de la persona y, por lo mismo, no se puede atentar contra
ella por ningún motivo.
La
Iglesia condena por ello el suicidio y el homicidio. en sus diversas formas y
cualesquiera que sean los motivos que se invoquen para cometerlos. Tan
condenable es la eutanasia en cuanto una forma de homicidio por motivo de
piedad y compasión, como el atentado contra la propia vida por un motivo
religioso, que sería en ese caso, desde luego, un suicidio. Pero es evidente
que el mártir no es un suicida que atenta contra su vida por un motivo
religioso. El mártir no se quita la vida: se la quitan. No realiza un suicidio,
sino que es víctima de un homicidio. No quebranta, pues, en absoluto, el
principio de la inviolabilidad de la vida humana como bien fundamental de la
persona.
Ahora
bien: la vida humana en su dimensión corporal participa de la dignidad de la
persona, pero no se identifica con esta dignidad. La persona humana es cuerpo,
pero es también más que cuerpo. Forman parte, por ello, de la dignidad de la
persona otros valores más altos que el de su vida física, y por los que el
hombre puede entregar su vida, gastarla y hasta acortarla mientras no atente
directamente contra ella. La vida humana, siendo un valor fundamental de la
persona, no es el valor absoluto y supremo. La
Iglesia, que condena el suicidio y el homicidio por atentar contra un bien
fundamental e inviolable de la persona, exalta el martirio por cuanto es una
entrega que el mártir hace de su vida física en aras de unos valores superiores
a ella, como son su fidelidad y amor a Dios, dando con ello testimonio heroico
de vida coherente con las más altas exigencias de la dignidad de la persona
humana lejos de atentar contra esta dignidad hace una máxima afirmación de
ella.
Que la entrega de la vida sea una muestra de la dignidad de la persona
humana es, por otra parte, fácil de advertir. La experiencia cotidiana nos
brinda ejemplos de vidas que se entregan, se gastan en cada momento en el
ejercicio de profesionales
o sociales. La madre que quebranta su salud pasando noches enteras junto al
lecho de su marido o su hijo; el bombero que arriesga su vida por sofocar un
incendio; el empresario o el sindicalista que sufren enfermedades derivadas de
la tensión por mantener unos puestos de trabajo; el socorrista que se pone en
trance de morir ahogado... Todos éstos son ejemplos, entre otros muchos, de
formas de gastar, de acortar y de arriesgar la propia vida en aras de valores
solidarios. Cuando el valor que se pone en juego es un valor supremo, el
ofrendar supremamente la vida es una actitud coherente y admirable, y es
evidente que nada de eso tiene que ver con la eutanasia.
¿Puede decirse, entonces, que la vida humana no es
para la Iglesia un valor absoluto?
La
vida humana no es para la Iglesia un valor absoluto al que todos los demás se
deban subordinar; lo que es un valor absoluto para la Iglesia es la dignidad de
la persona humana, que está hecha a imagen y semejanza de Dios. Por eso el
martirio o el arriesgar la propia vida por salvar a otros no sólo no son
pecado, sino que pueden ser algo valioso e incluso moralmente obligatorio.
Así,
la Iglesia ha elevado a los altares a una persona como Maximiliano Kolbe, que
realizó, por motivos sobrenaturales, un acto de suprema generosidad entregando
su vida para salvar la de otra persona.
No
existe, en consecuencia, contradicción alguna entre el estricto criterio de
rechazo a la eutanasia por parte de la Iglesia y el que para ella existan
valores superiores a la vida humana: matar a un ser humano inocente es
gravísimo pecado; que un ser humano asuma morir por hacer el bien que debe o
antes que verse obligado a hacer el mal, es virtuosa actitud.
¿Se puede resumir en pocas palabras cuál es la
doctrina de la Iglesia sobre la eutanasia?
La
doctrina de la Iglesia sobre la eutanasia es la que ha quedado expuesta en este
documento, pero podemos resumirla ahora en forma de decálogo:
1.
Jamás es lícito matar a un paciente, ni siquiera para no verle sufrir o no
hacerle sufrir, aunque él lo pidiera expresamente. Ni el paciente, ni los
médicos, ni el personal sanitario, ni los familiares tienen la facultad de
decidir o provocar la muerte de una persona.
2.
No es lícita la acción que por su naturaleza provoca directa o intencionalmente
la muerte del paciente.
3.
No es lícito omitir una prestación debida a un paciente, sin la cual va
irremisiblemente a la muerte; por ejemplo, los cuidados vitales (alimentación
por tubo y remedios terapéuticos normales) debido a todo paciente, aunque sufra
un mal incurable o esté en fase terminal o aun en coma irreversible.
4.
Es ilícito rehusar o renunciar a cuidados y tratamientos posibles y
disponibles, cuando se sabe que resultan eficaces, aunque sea sólo
parcialmente. En concreto, no se ha de omitir el tratamiento a enfermos en coma
si existe alguna posibilidad de recuperación, aunque se puede interrumpir
cuando se haya constatado su total ineficacia. En todo caso, siempre se han de
mantener las medidas de sostenimiento.
5.
No existe la obligación de someter al paciente terminal a nuevas operaciones
quirúrgicas, cuando no se tiene la fundada esperanza de hacerle más llevadera
su vida.
6.
Es lícito suministrar narcóticos y analgésicos que alivien el dolor, aunque
atenúen la consciencia y provoquen de modo secundario un acortamiento de la
vida del paciente. Siempre que el fin de la acción sea calmar el dolor y no
provocar subrepticiamente un acortamiento sustancial de la vida; en este caso,
la moralidad de la acción depende de la intención con que se haga y de que
exista una debida proporción entre lo que se logra (la disminución del dolor) y
el efecto negativo para la salud.
7.
Es lícito dejar de aplicar tratamientos desproporcionados a un paciente en coma
irreversible cuando haya perdido toda actividad cerebral. Pero no lo es cuando
el cerebro del paciente conserva ciertas funciones vitales, si esa omisión
provocase la muerte inmediata.
8.
Las personas minusválidas o con malformaciones tienen los mismos derechos que
las demás personas, concretamente en lo que se refiere a la recepción de
tratamientos terapéuticos. En la fase prenatal y postnatal se les han de
proporcionar las mismas curas que a los fetos y niños sin ninguna minusvalía.
9.
El Estado no puede atribuirse el derecho a legalizar la eutanasia, pues la vida
del inocente es un bien que supera el poder de disposición tanto del individuo
como del Estado.
10.
La eutanasia es un crimen contra la vida humana y contra la ley divina, del que
se hacen corresponsables todos los que intervienen en la decisión y ejecución
del acto homicida.
¿Cuál debe ser la actitud de un cristiano ante la
eutanasia y, en general, ante el sufrimiento y la muerte propios o ajenos?
Todos
los cristianos podemos y debemos coadyuvar con nuestras palabras, nuestros
actos y nuestras actitudes y recrear en el entramado de la vida cotidiana una
cultura de la vida que haga inadmisible la eutanasia. En particular, y a título
meramente de ejemplo, todos podemos ayudar a esa inmensa tarea:
-
aceptando el dolor y la muerte, cuando nos afecte personalmente, con la visión
sobrenatural propia de un católico que sabe que puede unirse a Cristo en su
sufrimiento redentor y que, tras la muerte, nos espera el abrazo de Dios Padre;
-
ejercitando según nuestros medios, posibilidades y circunstancias, un activo
apoyo al que sufre: desde una sonrisa hasta la dedicación de tiempo y dinero
mil cosas podemos hacer para aliviar el dolor ajeno y ayudar al que lo padece a
sacar amor y alegría honda de su dolor, y no odio y tristeza;
-
rezando por los que sufren, por quienes los atienden, por los profesionales de
la salud, por los políticos y legisladores en cuyas manos está legislar a favor
de la eutanasia o a favor de la dignidad del que sufre. La oración es el alma
más poderosa y eficaz con que contamos los cristianos;
-
facilitando el surgimiento de vocaciones a las instituciones de la Iglesia que
por su carisma fundacional están específicamente dedicadas a atender a la
humanidad doliente y que constituyen hoy -como hace siglos- una maravillosa expresión
del amor y el compromiso práctico de la Iglesia con los que sufren;
-
acogiendo con amor sobrenatural, afecto humano y naturalidad en el seno de la
familia a los miembros dolientes, deficientes, enfermos o moribundos aunque eso
suponga sacrificio;
-
estando presentes en los medios de comunicación social y demás foros de
influencia en la opinión pública para hacer patentes nuestras convicciones
sobre el dolor y la muerte y nuestras alternativas a la eutanasia homicida:
cartas al director, llamadas telefónicas, estudios médicos, conferencias, etc.;
-
votando, en los procesos electorales de nuestro país, con atención responsable
hacia la actitud de cada partido político ante cuestiones como la familia, la
sanidad, la política respecto a los minusválidos y la tercera edad, la
eutanasia, etc.;
-
los médicos, enfermeras y demás profesionales sanitarios, promoviendo un tipo
de Medicina y de asistencia hospitalaria realmente centradas en el enfermo, en
el trato digno al paciente.
En
todo caso tenemos a nuestra disposición un sacramento -la unción de los
enfermos- específicamente creado por Dios para preparar una buena muerte.
¿Cuál debe ser la actitud de un cristiano ante la
muerte?
Los
cristianos deben ver la muerte como el encuentro definitivo con el Señor de la
Vida y, por lo tanto, con esperanza tranquila y confiada en Él, aunque nuestra
naturaleza se resista a dar ese último paso que no es fin, sino comienzo. La
antigua cristiandad denominaba, día del nacimiento a la Vida de verdad, y con
esa mentalidad deberíamos acercarnos todos a la muerte. En todo tiempo la
piedad cristiana identificó en breves jaculatorias el deseo que a todos los
cristianos debe animar respecto a su muerte: que en la última agonía está muy
cerca de nosotros la Madre de Dios, como estuvo al pié de la Cruz cuando su
Hijo moría.
LA
EUTANASIA LIBREMENTE ELEGIDA
Existen casos en que es el
propio enfermo el que solicita que se ponga fin a su existencia, incluso en
casos en que previamente ha suscrito (en plenitud de sus facultades físicas y mentales)
un testamento pidiendo la eutanasia.
En estos casos, habría que
tener en cuenta los siguientes datos:
a. Hasta qué punto esta petición
es firme y representa su auténtica voluntad o, más bien, es consecuencia del
paso por algunos de los estados de ánimo por los que atraviesa el enfermo
durante su última enfermedad.
b. En segundo lugar debe
insistirse en el posible trasfondo de frecuentes peticiones de eutanasia. Como
una llamada en clave, a través de la cual el paciente intenta llamar la
atención de los que le rodean, pedir un calor y un apoyo humano que no sele
están prestando.
c. Finalmente hay que referirse a
los dolores insoportables que pueden afectar al paciente y ser la causa que
desencadene su petición de eutanasia.
El problema puede ser
especialmente agudo en los casos de personas no creyentes, para los que no
existe un destino trascendente del hombre ni un Dios del que se ha recibido la
vida como un don.
Sin embargo, desde una ética
de fundamentación puramente humana existen dos importantes argumentos en contra de esa práctica:
a.
¿Cómo valorar la profunda resistencia interior que siente el hombre de nuestra civilización al
participar en una acción que significa la supresión de una vida humana? Nos
referimos tanto al manejo de un arma en situaciones de guerra como a formar
parte de un pelotón de ejecución en una pena de muerte... e incluso a
desconectar un respirador en un caso de legítima "ortotanasia".
b.
Es una actitud bella y profundamente humana la de la
persona que es capaz de arrastrar lo que la vida significa en los momentos
alegre y en los duros, sin volver la cara, sin renunciar a la vida, sino
aceptándola en todas las circunstancias que comporta.
La eutanasia es una grave violación de la Ley de
Dios, en cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona
humana. Esta doctrina se fundamente en la Ley Natural y en la palabra de Dios
escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el magisterio
ordinario y universal semejante practica conlleva, según las circunstancias, la
malicia propia del suicidio o del homicidio.. El suicidio es siempre moralmente
inaceptable, al igual que el homicidio. La tradición de la Iglesia siempre ha
rechazado como decisión gravemente. En su realidad mas profunda, constituye un
rechazo de la soberanía absoluta de Dios sobre la vida y sobre la muerte,
proclamaba así en una oración.
La
eutanasia, aunque no este motivada por el rechazo egoísta de hacerse cargo de
la existencia del que sufre, debe considerarse como una falsa piedad, mas aun,
como una preocupante perversión de la misma. En efecto, la verdadera compasión
hace solidarios con el dolor de los demás, y no elimina a la persona cuyo
sufrimiento no se puede soportar. El gesto de la eutanasia aparece aun mas
perverso si es realizado por quienes ya sea por los familiares deberían asistir
con paciencia y amor a su llegado, o por cuantos como los médicos, por su
profesión especifica, deberían cuidar al enfermo incluso en las condiciones
terminales mas penosas. Otro aspecto que poso se analiza es que se apruebe la
eutanasia, la vida del enfermo podría quedar en manos de familiares egoístas
que prefieran la eliminación de la vida de su pariente, ya que es asesinado
legalmente para no tener que cuidarlo o evitar gastos o quizá, para recibir una
herencia mas abundante y mas pronto. Así un enfermo que no pueda comunicarse
estaría sujeto a la decisión de otros familiares o de médicos en clínicas u
hospitales oficiales que quieran evitar mas gastos en el. Al abrirse la puerta
a la eutanasia, no será hasta un limite
preciso, sino que se usara mas tarde o temprano en contra de la misma voluntad
del enfermo para asesinarlo, cuidarlo o simulando.
¿PORQUE SE ESCOGE ESTE TIPO DE METODO PARA LOS PACIENTES?
Porque
en ella están los elementos esenciales que configuran un fenómeno complejo como
es la eutanasia:
-
la muerte ha de ser el objetivo buscado, ha de estar en la intención de quien
practica la eutanasia: no es eutanasia, por tanto, el aplicar un tratamiento
necesario para aliviar el dolor, aunque acorte la expectativa de vida del
paciente como efecto secundario no querido, ni puede llamarse eutanasia al
resultado de muerte por imprudencia o accidente;
-
puede producirse por acción (administrar sustancias tóxicas mortales) o por
omisión (negarle la asistencia médica debida); ha de buscarse la muerte de
otro, no la propia. No consideraremos el suicidio como forma peculiar o
autónoma de eutanasia,
Los
motivos son un elemento sustancial para hablar de eutanasia con propiedad.
-
puede realizarse porque la pide el que quiere morir. La ayuda o cooperación al
suicidio sí la consideramos una forma de eutanasia;
-
puede realizarse para evitar sufrimientos, que pueden ser presentes o futuros,
pero previsibles; o bien porque se considere que la calidad de vida de la
víctima no alcanzará o no mantendrá un mínimo aceptable (deficiencias psíquicas
o físicas graves, enfermedades degradantes del organismo, ancianidad avanzada,
etc.).
El
sentimiento subjetivo de estar eliminando el dolor o las deficiencias ajenas es
elemento necesario de la eutanasia; de lo contrario estaríamos ante otras
formas de homicidio.
LA MEDICINA ANTE LA EUTANASIA
Siempre algunas personas se han preguntado que la
cuestión de la eutanasia, ¿Es un problema médico? La eutanasia, tal
y como la plantean los defensores de su legalización, afecta de lleno al mundo
de la Medicina, puesto que las propuestas de sus patrocinadores siempre hacen
intervenir al médico o al personal sanitario. Pero la cuestión de la eutanasia
no es, propiamente hablando, un problema médico, o no tendría que serlo.
La eutanasia merece la misma calificación ética si la practica un
médico o una enfermera en el técnico ambiente de un hospital que si la practica,
por otro medio cualquiera, un familiar o un amigo de la víctima. En ambos casos
se trata de un hombre que da muerte a otro. La eutanasia no es una forma de
Medicina, sino una forma de homicidio; y si la practica un médico, éste estará
negando la Medicina. Porque la razón
de ser de la Medicina es la curación del enfermo en cualquier fase de su
dolencia, la mitigación de sus dolores, y la ayuda a sobrellevar el trance
supremo de la muerte cuando la curación no es posible. La eutanasia, por el
contrario, no sólo es la renuncia a esa razón de ser, sino que consiste en la
deliberada decisión de practicar justamente lo opuesto a la Medicina, ya que es
dar muerte a otro, aunque sea en virtud de una presunta compasión. Cualquiera
es perfectamente capaz de advertir la diferencia sustancial que existe entre
ayudar a un enfermo a morir dignamente y provocarle la muerte.
La eutanasia no es una técnica, un recurso de la
Medicina: la eutanasia expulsa a la Medicina, la sustituye. La eutanasia,
además, precisamente por ser la negación de la Medicina, se vuelve contra el
médico que la practique.
Otra pregunta que nosotros como personas humanas nos hacemos es el
¿Por qué la eutanasia se vuelve contra el médico que
la practique? Existen dos razones: por un lado es fácil que el médico
se deslice hacia una habitualidad en la práctica de la eutanasia una vez
admitido el primer caso; y, por otro lado, la eutanasia acaba con la base del
acto médico: la confianza del paciente en el médico.
Cuando un médico ha dado muerte a un paciente por
piedad hacia él, ha dado ya un paso que tiene muy difícil retorno. Los que
padecen una misma enfermedad se parecen mucho entre sí en los síntomas, las
reacciones, los sufrimientos. Cuando un médico se ha sentido
"apiadado" de un enfermo hasta el punto de decidir quitarle la vida
para ahorrarle padecimientos, será ya relativamente fácil que experimente
idéntico estado de ánimo ante otro que padezca el mismo mal; y esta
circunstancia puede sobrevenir con relativa frecuencia, porque la especialización
profesional impone a la práctica totalidad de los médicos la necesidad de
tratar a enfermos muy semejantes unos de otros. En tal situación, las virtudes
propias del médico (la no discriminación en el tratamiento a unos u otros
enfermos, la previsión de dolencias o complicaciones futuras) se convierten en
factores potencialmente multiplicadores de la actividad eutanásica, porque es
muy difícil determinar la frontera que separa la gravedad extrema de la
situación crítica, o los padecimientos enormes de los padecimientos
insoportables, sean físicos o anímicos.
Por
otro lado, no es posible que exista la Medicina si el paciente en vez de tener
confianza en su médico hasta poner su vida, salud e integridad física en sus
manos, llega a tenerle miedo porque no sabe si el profesional de la Medicina o
la enfermera que se ocupan de su salud van a decidir que su caso es digno de
curación o susceptible de eutanasia.
Si
se atribuye a los médicos el poder de practicar la eutanasia, éstos no serían
ya una referencia amiga y benéfica sino, por el contrario, temida y
amenazadora, como sucede ya en algunos hospitales holandeses. La humanidad ha
progresado en humanitarismo retirando a los gobernantes y los jueces el poder
de decretar la muerte (abolición de la pena de muerte). Los partidarios de la
eutanasia pretenden dar un paso atrás, otorgando tal poder a los médicos. De
conseguir tal propósito lograrían dos retrocesos por el precio de uno:
recrearían una variedad de muerte legal y degradarían, tal vez
irreversiblemente, el ejercicio de la Medicina.
Existen unos
derechos del enfermo que son ciertamente.
El derecho a una auténtica muerte digna incluye:
-
el derecho a no sufrir inútilmente;
-
el derecho a que se respete la Libertad de su conciencia;
-
el derecho a conocer la verdad de su situación;
-
el derecho a decidir sobre sí mismo y sobre las intervenciones a que se le haya
de someter;
-
el derecho a mantener un diálogo confiado con los médicos, familiares, amigos y
sucesores en el trabajo;
-
el derecho a recibir asistencia espiritual.
El derecho a no sufrir inútilmente y el derecho a decidir sobre sí
mismo amparan y legitiman la decisión de renunciar a los remedios excepcionales
en la fase terminal, siempre que tras ellos no se oculte una voluntad suicida.
Con estos derechos no se puede legitimar alguna forma de eutanasia pasiva por
omisión y la respuesta de este acontecimiento es que no porque cuando la muerte
aparece como inevitable es porque ya no hay remedios eficaces, el enfermo puede
determinar, si está en condiciones de hacerlo, el curso de sus últimos días u
horas mediante alguna de estas decisiones:las responsabilidades familiares, -
aceptar que se ensayen en él medicaciones y técnicas en fase experimental, que
no están libres de todo riesgo. Aceptándolas, el enfermo podrá dar ejemplo de
generosidad para el bien de la Humanidad;
-
rechazar o interrumpir la aplicación de esos remedios;
-
contentarse con los medios paliativos que la Medicina le pueda ofrecer para
mitigar el dolor, aunque no tengan ninguna virtud curativa; y rechazar medicaciones
u operaciones en fase experimental, porque sean peligrosas o resulten
excesivamente caras. Este rechazo no equivale al suicidio, sino que es
expresión de una ponderada aceptación de la inevitabilidad de la muerte;
-
en la inminencia de la muerte, rechazar el tratamiento obstinado que únicamente
vaya a producir una prolongación precaria y penosa de su existencia, aunque sin
rehusar los medios normales o comunes que le permiten sobrevivir.
En
estas situaciones está ausente la eutanasia, que implica una deliberada voluntad de acabar con la vida
del enfermo. Es un atentado contra la dignidad de la persona la búsqueda
deliberada de su muerte, pero es propio de esa dignidad el aceptar su llegada
en las condiciones menos penosas posibles. Y es en el fondo del corazón del
médico y del paciente donde se establece esta diferencia entre provocar la
muerte o esperarla en paz y del modo menos penoso posible, mediante unos
cuidados que se limiten a mitigar los sufrimientos finales.
MEDICINA PALIATIVA
En este tema surgen
diversas preguntas por este método que es la medicina paliativa. También
existe algo que es parecida a la eutanasia pero a la vez es lo contrario, que
es la medicina paliativa que es una forma civilizada de entender y
atender a los pacientes terminales, opuesta principalmente a los dos conceptos
extremos ya aludidos: obstinación terapéutica y eutanasia.
Esta es una nueva especialidad de la atención médica al enfermo
terminal y a su entorno, que contempla el problema de la muerte del hombre
desde una perspectiva profundamente humana, reconociendo su dignidad como
persona en el marco del grave sufrimiento físico y psíquico que el fin de la
existencia humana que se lleva generalmente. En definitiva, la Medicina
paliativa es, ni más ni menos, un cambio de mentalidad ante el paciente
terminal. Es saber que, cuando ya no se puede curar, aún podemos cuidar; es la
consciencia de cuándo se debe iniciar ese cambio: si no puedes curar, alivia; y
si no puedes aliviar; por lo menos consuela. En ese viejo aforismo se condensa
toda la filosofía de los cuidados paliativos. Se
asienta básicamente en el reconocimiento de la triple realidad que configura el
proceso de la muerte inminente en la sociedad actual: un paciente terminal con
dolor físico y sufrimiento psíquico, una familia angustiada que no acaba de
aceptar la situación y sufre por el ser querido, y un médico educado para
luchar contra la muerte. Todos ellos están inmersos en una sociedad que parece
no querer admitir el fracaso cuando la muerte se considera un fracaso.
En
las Unidades de Cuidados Paliativos, que son áreas asistenciales incluidas
física y funcionalmente en los hospitales, se proporciona una atención integral
al paciente terminal. Un equipo de profesionales asiste a estos enfermos en la
fase final de su enfermedad, con el único objetivo de mejorar la calidad de su
vida en este trance último, atendiendo todas las necesidades físicas,
psíquicas, sociales y espirituales del paciente y de su familia. Todas las
acciones de la Medicina paliativa van encaminadas a mantener y, en lo posible,
aumentar, el sosiego del paciente y de su familia.
¿La Medicina paliativa es la alternativa a la
eutanasia?
En
realidad, no. La Medicina paliativa es más propiamente alternativa al llamado
"encarnizamiento terapéutico" u "obstinación terapéutica".
No es alternativa a la eutanasia, porque la eutanasia no es sino un grave
atentado a la vida humana y a su dignidad.
Se
puede decir que la Medicina paliativa ha existido siempre y ha sido ejercida
tradicionalmente por los médicos, aunque no se haya considerado técnicamente
como una especialidad. Sus principios están impresos en el juramento
hipocrático y en la concepción histórica del ejercicio médico. Pero,
ciertamente, como especialización dentro de la organización sanitaria representa
una novedad, que es hacer frente a las peculiaridades del proceso de la muerte
en el campo sanitario. Este proceso se ha complicado de forma extraordinaria, y
exige la aparición de un nuevo médico, atento al máximo a los adelantos
científicos y conocedor profundo de las necesidades del paciente terminal.
¿No puede considerarse, entonces, una forma de
eutanasia el aplicar sustancias analgésicas, a sabiendas de que eso puede
acortar la vida del paciente?
No.
Cuando el tratamiento del dolor es ya prácticamente lo único que se puede hacer
por el enfermo terminal, el efecto secundario que ciertos analgésicos tengan
respecto del acortamiento de la vida no puede considerarse como una forma de
eutanasia, porque no se persigue el destruir esa vida, sino aliviar el dolor; y
este propósito paliativo puede, ante la inminencia de la muerte, ser preferente
para esperar la llegada de la muerte en las condiciones menos angustiosas.
Es
lo mismo que sucede con quien -alpinistas, bombero...- asume un riesgo cierto,
pero pretende una cosa buena sin ánimo suicida alguno. Esto es legitimo aunque
eventualmente pueda ser causa de muerte.
Por
otra parte, se puede en muy buena medida dar por superada la vieja pugna entre
tratar el dolor y acortar la vida: los recientes avances en el tratamiento
eficaz del dolor y de la enfermedad terminal han reducido casi por completo el
riesgo de anticipar indebidamente la muerte de ciertos pacientes.
¿En qué consiste el argumento de la "muerte
digna" a que se refieren los partidarios de la eutanasia para intentar? Este
argumento es uno de los principales que se utilizan hoy para promover la
legalización de la eutanasia. En síntesis puede formularse de esta manera: La
técnica médica moderna dispone de medios para prolongar la vida de las personas,
incluso en situación de grave deterioro físico. Gracias a ella es posible
salvar muchas vidas que hace unos años estaban irremisiblemente perdidas; pero
también se dan casos en los que se producen agonías interminables y dramáticas,
que únicamente prolongan y aumentan la degradación del moribundo. Para estos
casos, la legislación debería permitir que una persona decidiera, voluntaria y
libremente, ser ayudada a morir. Esta sería una muerte digna, porque sería la
expresión final de una vida digna. El argumento que se dio anteriormente es
aceptable, pus no, no lo es porque en él, junto a
consideraciones razonables acerca de la crueldad de la obstinación terapéutica,
se contiene una honda manipulación de la noción de dignidad. En este argumento
subyace la grave confusión entre la dignidad de la vida y la dignidad de la
persona. En efecto, hay vidas dignas y vidas indignas, como puede haber muertes
dignas y muertes indignas. Pero por indigna que sea la vida o la muerte de una
persona, en cuanto tal persona tiene siempre la misma dignidad, desde la
concepción hasta la muerte, porque su dignidad no se fundamenta en ninguna
circunstancia, sino en el hecho esencial de pertenecer a la especie humana. Por
eso los derechos humanos, el primero de los cuales es el derecho a la vida, no
hacen acepción de personas, sino que, muy al contrario, están establecidos para
todos, con independencia de su condición, su estado de salud, su raza o
cualquier otra circunstancia.
Es
digno, ciertamente, renunciar a la obstinación terapéutica sin esperanza alguna
de curación o mejora y esperar la llegada de la muerte con los menores dolores
físicos posibles; como es digno también el preferir esperar la muerte con plena
consciencia y experiencia del sufrimiento final. Nada de eso tiene que ver con
la eutanasia; la provocación de la muerte de un semejante, por muy compasivas
que sean las motivaciones, es siempre ajena a la noción de dignidad de la
persona humana.
LA SOCIEDAD ANTE LA EUTANASIA
La
eutanasia fue un problema social en aquellas sociedades primitivas en que se
practicaba la eliminación de vidas consideradas inútiles, costumbre que estuvo
admitida respecto a los recién nacidos con malformaciones o los ancianos en
distintos pueblos de la antigüedad, hasta que la influencia del cristianismo
acabó con tales prácticas inhumanas. Desde la llegada del cristianismo, la
eutanasia dejó de ser un problema social hasta el siglo XX, en que algunos
vuelven a convertirla en problema al pretender su legalización.
Desde los años 30 de este siglo se vienen constituyendo
asociaciones en defensa de la eutanasia y se han propuesto leyes permisivas,
que habitualmente han sido rechazadas, en distintos países. Sin embargo, la
actitud a favor de la eutanasia de estos pequeños grupos, y cierta mentalidad
de relativización del respeto debido al ser humano (que se expresa, por
ejemplo, en el aborto), van calando en la sociedad, convirtiendo de nuevo a la
eutanasia en un problema social que vuelve a aparecer después de haber sido
superado durante siglos. La aceptación de la eutanasia, no es un signo de civilización? No. Lo que es un signo de
civilización es justamente lo contrario, es decir, la fundamentación de la
dignidad de la persona humana en el hecho radical de ser humana, con
independencia de cualquier otra circunstancia como raza, sexo, religión, salud,
edad, habilidad manual, o capacidad mental o económica. Esta visión esencial
del hombre significa un progreso cualitativo importantísimo, que distingue
justamente a las sociedades civilizadas de las primitivas, en las que la vida
del prisionero, el esclavo, el deficiente o el anciano, según épocas y lugares,
era despreciada.
Los
progresos científicos y técnicos en la lucha contra el dolor, tan propios de la
era moderna, pueden dar esta falsa apariencia de civilización a la eutanasia,
en la medida en que se la presenta como una forma más de luchar contra el dolor
y el sufrimiento. Pero ya sabemos que eutanasia no es eso, sino eliminar al que
sufre para que deje de sufrir. Y eso es incompatible con la civilización, pues
revela un desprecio profundo hacia la dignidad radical del ser humano. Un ser
humano no pierde la dignidad por sufrir; lo indigno es basar su dignidad en el
hecho de que no sufra.
Es
más, resulta especialmente contradictorio defender la eutanasia precisamente en
una época como la actual, en la que la Medicina ofrece alternativas, como nunca
hasta ahora, para tratar a los enfermos terminales y aliviar el dolor. Es
probable que este resurgimiento de las actitudes eutanásicas sea una consecuencia
de la conjunción de dos factores: por un lado, los avances de la ciencia en
retrasar el momento de la muerte; por otro, la mentalidad contemporánea dé
escapar, de huir del dolor a todo trance y de considerar el sufrimiento como un
fracaso. De esta negación de la realidad surge la contradicción.
En épocas recientes la eutanasia no ha sido legal en ningún país
-salvo la experiencia nazi-, pero podemos fácilmente prever lo que pasaría si
contrastamos los datos que nos aporta la legalización del aborto en este siglo
y el conocido como caso holandés experiencia social de admisión práctica de la
eutanasia que recientemente ha recibido una cierta cobertura legal. Con la eutanasia no tiene por qué ocurrir algo distinto: la
legislación permisivo se nos presentaría como una solución para casos límite de
vida vegetativa, encarnizamiento terapéutico, etc. y acabaría siendo una opción
normal ante casos de enfermedad o declive biológico más o menos irreversible.
El proceso descrito responde a la más elemental psicología humana:
cuando algo prohibido se permite y empieza a practicarse, se va considerando
cada vez más como normal, máxime si resulta un buen negocio para algunos, ayuda
a eliminar situaciones engorrosas para otros y además es defendido por algunas
corrientes ideológicas.
La aceptación de la eutanasia activa voluntaria crece
entre los holandeses. Mucha gente acepta que se deba negar el tratamiento a
personas con minusvalías serias, a personas mayores e incluso a individuos sin
familia. Es más, las encuestas demuestran que la mayoría de las personas que
defienden la eutanasia voluntaria, la libertad de elección y el derecho a
morir, también aceptan la eutanasia activa involuntaria, es decir, la negación
de la libertad de elección y del derecho a la vida. Legalizada la eutanasia, se abrirían las puertas a prácticas
siniestras, pues la compasión podría ser utilizada como disculpa para
justificar la eliminación de los débiles, los deficientes, los terminales. Se
hablan "comprensibles" presuntos intereses públicos en la eliminación
de los que representan una carga para la sociedad sin aportar utilidad material
alguna; hasta llegar a crear la presión psicológica suficiente para que se
sientan casi obligados a pedir su eliminación quienes, por su edad o estado, se
sientan carga "insoportable" para los demás. No se trata de un puro
ejercicio de imaginación, y el testimonio citado así lo indica.
Desde la óptica del paciente terminal, los
principales efectos de la aceptación de la eutanasia el principal es el
miedo. Miedo a que los que le rodean puedan diagnosticar que es acreedor a la
eutanasia; miedo a los profesionales de la sanidad; miedo a los familiares;
miedo a las instituciones asistenciales.
En efecto, una sociedad en la que la eutanasia es delito transmite
el mensaje de que toda vida tiene valor, que el enfermo terminal puede tener la
tranquilidad de que los médicos y sus familiares se empeñarán en apoyar su vida
y su muerte dignas y en las mejores condiciones. Por el contrario, una sociedad
en que la eutanasia no se persigue ni se castiga por los poderes públicos, está
diciendo a sus miembros que no importa gran cosa que sean eliminados si ya no
se les ve futuro o utilidad. En una sociedad con la eutanasia legalizada, el
anciano o el enfermo grave tendían un muy justificado miedo a que el
profesional de la sanidad o cualquier persona de la que dependieran por una u
otra razón, no fueran una ayuda para su vida, sino unos ejecutores de su
muerte. Pero todo lo que afecta a la eutanasia es no
deseada voluntariamente. Si lo que se admitiera fuera sólo la eutanasia
voluntaria, no se producirían efectos sociales positivos, ya que esto es un
grande error , porque la experiencia misma se ha encargado de desmentir varias veces. En efecto:
a)
La experiencia de los casos de eutanasia que se han visto ante los Tribunales
de los países de nuestro entorno en las últimas décadas acredita que los
partidarios de la eutanasia dan con suma facilidad el paso que va de aceptar la
petición voluntaria de un paciente para ser ayudado a morir, ayudar a morir
quien, a su juicio, debería hacer tal petición dado su estado, aunque de hecho
no lo solicite, a una persona en una situación dada es legítimo matarla a su
petición, nada tiene de extraño que a quien está en la misma situación -pero
sin posibilidad de pedir la muerte- se le presuponga igualmente un deseo de
morir.
b)
La experiencia de la Alemania de los años 30 y 40 de este siglo demuestra cómo
se puede pasar, fácil y rápidamente, de las teorías científicas pro eutanasia a
la práctica de una eutanasia realizada por motivos cada vez más subjetivos,
relativos y baladíes. Ciertamente eso se vio favorecido por un entorno
dictatorial, pero un entorno distinto no asegura que el fenómeno no pueda
repetirse.
c)
La experiencia de Holanda, donde está ya creada una mentalidad permisivo de la
eutanasia, es que se crea paralelamente una lo moral que lleva a los terminales
o inútiles a sentirse obligados a
solicitar la eutanasia. Nos damos cuenta de que suponemos un gasto muy grande
para la comunidad... Mucha gente piensa que somos inútiles... Nos damos cuenta
a menudo de que se nos intenta convencer para que deseemos la muerte. Nos
resulta peligroso y aterrador pensar que la nueva legislación médica pueda
incluir la eutanasia".
La
experiencia muestra que las campañas a favor de la eutanasia siempre se han
iniciado asegurando sus promotores que, en todos los casos, debe ser
voluntaria, es decir, querida y solicitada expresamente por quien va a recibir
la muerte por este procedimiento. Pero también la experiencia acredita que el
paso siguiente pedir la eutanasia para quien no está en condiciones de expresar
su voluntad: el deficiente, el recién nacido, el agónico inconsciente no es
sólo cuestión de tiempo, porque ya ha quebrado el principio del respeto al
derecho fundamental a la vida. Es más: cuando se inician los debates acerca de
la legalización de la eutanasia siempre se produce la misma contradicción: se
insiste en legalizar sólo la eutanasia voluntaria, pero para ilustrar los casos
límite se ponen, en cambio, ejemplos de enfermos terminales inconscientes y,
por lo tanto, incapaces de manifestar su voluntad.
La
diferencia entre eutanasia voluntaria e involuntaria no existe en la práctica:
una vez legalizada la primera, fácilmente se cae en la segunda, puesto que los
casos prácticos surgen inmediatamente, y ya está relajada la capacidad social
de defender la vida de los inocentes.
¿No puede responder cierta aceptación social de la
eutanasia a un verdadero
sentimiento
de compasión hacia el que sufre y no tiene remedio?
Desde
el punto de vista puramente subjetivo, puede ser: alguien médico, familiar-
puede estar convencido de que hace un bien a otro procurando su muerte. Pero si
convirtiéramos la sensibilidad personal, los sentimientos subjetivos, en fuente
de la moralidad de los propios actos, se podría llegar a conclusiones
objetivamente inhumanas. Lo mismo sucede respecto a la eutanasia: quien decide
practicarla o ayuda a que se practique puede actuar creyendo que beneficia a
quien da muerte, pero objetivamente su acción es repudiable, pues está
arrogándose el derecho de decidir qué es bueno o malo para el otro. Si la
convivencia social hubiera de fundamentarse sobre los sentimientos subjetivos,
con olvido de las realidades morales objetivas, no habría posibilidad de
establecer normas generales de comportamiento y estaríamos en la selva, donde
imperaría la ley del más fuerte, ya que por definición toda acción voluntaria
es vista por su autor como un bien.
¿No puede ser la eutanasia una manifestación de
solidaridad social?
Los
defensores de la eutanasia así lo exponen conforme a la siguiente
argumentación: la enfermedad, invalidez o vejez de algunas personas ha llegado
a extremos que convierten esas vidas en vidas sin sentido, inútiles y aun
seriamente gravosas, no sólo para los familiares y allegados, sino también para
las arcas públicas, que tienen que soportar cuantiosísimos dispendios en
prestaciones sanitarias de la Seguridad Social y subsidios de diversa índole,
con la carga que eso supone para los contribuyentes. Estas situaciones se
prolongan, además, gracias a los avances de la investigación científica que han
logrado alargar considerablemente las expectativas de vida de la población. Por
consiguiente, el Estado tiene el derecho, y aun el deber, de no hacer que pese
sobre la colectividad la carga del sostenimiento de estas vidas sin sentido. El
efecto de esta acción redundará en beneficio del conjunto de la colectividad,
lo que no deja de ser una manifestación de solidaridad social.
El
argumento de las "vidas improductivas", por razones fáciles de
comprender, nunca se plantea en los inicios del debate social sobre la
eutanasia, pero tampoco faltan quienes, en foros restringidos o en ambientes
académicos, mencionan las "vidas sin sentido" como candidatas a la
eutanasia por razones socioeconómicas. Aquí es donde surge un a pregunta muy
importante: Si tan rechazable es la eutanasia, ¿cómo es que
hay personas y grupos que promueven socialmente su aceptación?
El hecho de que ciertas
legislaciones, o determinados comportamientos sociales, sean rechazables y aun
monstruosos, no significa que sean vistos siempre así por todos en todas las
épocas. La historia está plagada de ejemplos a este respecto. En el caso de la
eutanasia en este tiempo presente, lo primero que hay que decir es que las
personas y los grupos que apoyan una legislación eutanásica constituyen una
minoría exigua en relación con el conjunto de la sociedad. Pero esto no quiere
decir que en un futuro no pueda aumentar esta proporción, porque es perceptible
que están en marcha campañas de influencia sobre la opinión pública en este
sentido.
CAMPAÑAS Y LA EUTANASIA
Por desgracia, existen, del mismo modo
que existen en relación con el aborto, según se ha podido saber cuando algunos
de sus promotores comprendieron el alcance terrible de su trabajo, se
arrepintieron públicamente y dieron a conocer las técnicas de que se hablan
servido para intoxicar a la opinión pública.
Las campañas tendentes a promover
opiniones favorables a la eutanasia suelen desarrollarse de esta manera:
*Lo primero que se presenta es un
"caso límite": se busca una situación terminal especialmente
llamativa que excite la sensibilidad colectiva para justificar la eutanasia en
ese caso tan dramático y singular. Admitido un caso, desaparecen las razones
serias para no admitir otros parecidos, y otros más, en una pendiente cada vez
más permisiva. Para generar un sentimiento de compasión en la opinión pública
que la conduzca a estar a favor de que se arregle ese "problema". A
la vez se silencia que "arreglar ese problema" supone matar, como en
las campañas pro aborto se oculta que "arreglar el problema" de la
niña violada es, en la propuesta abortiva, matar a un ser humano.
*esto se complementa con eufemismos
ideológicos y semánticos, aprovechando la complejidad conceptual y
terminológica que reviste el fenómeno de la eutanasia. Así, no se hablará nunca
de "matar al enfermo" o, más suavemente, de "quitarle la
vida" siquiera, sino de "ayudarle a morir", facilitarle la
"culminación de la vida", lograr su "auto liberación",
etc., eufemismos que intentan apartar la atención de la realidad material de lo
que se preconiza: que un hombre pueda impunemente matar a otro.
*paralelamente, a los defensores de
la vida frente a la eutanasia la se les procura presentar como retrógrados,
intransigentes, contrarios a la libertad individual y al progreso, etc.; de
este modo el debate se distrae y no se escuchan con serenidad y ecuanimidad las
opiniones a favor de la dignidad humana, sino a través de los prejuicios
creados sobre sus defensores.
*como quiera que muchas confesiones
religiosas, especialmente las de raíz cristiana -no sólo la Iglesia Católica,
desde luego-, reaccionan vivamente contra los intentos de legalizar la
eutanasia dada su gravedad moral, se pretende transmitir la falsa idea de que
la eutanasia es una pura cuestión religiosa, íntima, de mera conciencia
individual, y que, por lo tanto, mientras la eutanasia no sea obligatoria debe
aceptarse en una sociedad pluralista.
Respecto a la eutanasia ¿se limitan las obligaciones
de la sociedad a su persecución como delito?
Evidentemente,
no. La sanción penal es una última garantía frente a las actitudes homicidas,
pero no es ésta la única medida operativo en el terreno real en que se evita la
eutanasia: Tan importante, o acaso más, y desde luego previa a la norma penal,
es la actitud de las personas y los grupos sociales frente al enfermo, al
anciano, al minusválido.
La
mentalidad eutanásica prospera mejor en un clima social de rechazo a todo lo
que suponga sacrificio, esfuerzo por el otro, preeminencia de lo inmaterial
sobre lo material. Si los valores predominantes son el culto al cuerpo, el
bienestar material, el egoísmo ajeno a la solidaridad humana, el desprecio a la
familia y el economicismo materialista -y ésta es una realidad en auge en
nuestra sociedad-, nada de extraño tiene que una concepción de la vida basada
en el puro pragmatismo utilitarista caracterice la actitud de algunos frente a
quienes son vistos no como seres humanos, sino como fuentes de gastos que no
aportan ingresos; no como miembros queridos de la familia, sino como obstáculos
inadmisibles para el desarrollo personal; no como pacientes, sino como
sobrecarga absurda de trabajo sin sentido.
Si
queremos que en nuestra sociedad los hábitos de conducta y los valores
respetados sean coherentes con un deseable humanismo y, por tanto, reacios a
prácticas como la eutanasia, será preciso que en tal sociedad:
-
la muerte no sea un tema sino un hecho natural que forma parte de la vida
humana como el nacer, el crecer, la condición sexuada o la inteligencia; nadie ni
jueces, ni legisladores, ni médicos se pueda atribuir el derecho a decidir que
algunos seres humanos no tienen derechos o los tienen en menor grado que los
demás por sus deficiencias, color, sexo, edad o estado de salud;
-
la familia sea respetada y querida como ámbito natural de solidaridad entre
generaciones, en las que se acoge, se protege y se cuida a los miembros sanos y
a los enfermos, a los jóvenes y a los ancianos, a los no deficientes y a los
que lo son;
-
no se considere la organización hospitalaria como el ámbito en el que son
abandonados los enfermos y ancianos, sino que el hogar vuelva a ser lugar de
acogida natural en la enfermedad y ancianidad y donde la muerte se viva con
cariño y lucidez;
-
surjan iniciativas sociales de atención a los enfermos terminales en un clima
humano, respetuoso con la persona y su dolor y técnicamente preparado para
ayudar a afrontar dignamente la muerte sintiéndose persona.
-
la Medicina se oriente hacia la atención de la persona, no limitándose a un
puro esfuerzo tecnológico por alargar la vida.
Este
último aspecto merece una especial atención, pues la mentalidad eutanásica
transforma, aun sin quererlo, a los médicos en una especie de verdugos, y se
hace preciso que los médicos sean impulsores y protagonistas de una práctica
médica preocupada por el hombre y su dignidad en la línea de lo que hoy -como
hemos visto antes- se conoce como Medicina paliativa
EL ESTADO ANTE LA EUTANASIA
Aquí se pregunta si la eutanasia, ¿es un problema
político? Y claro que lo es, porque
uno de los deberes primordiales del Estado es el de respetar y hacer respetar
los derechos fundamentales de la persona, el primero de los cuales es el
derecho a la vida, y la eutanasia no es sino la destrucción de vidas humanas
inocentes en determinadas condiciones. La Constitución reconoce el derecho a la vida de todos los seres humanos, y
el resto de las leyes, en especial el Código Penal, protegen este derecho
prohibiendo todo atentado contra la vida de cualquier ser humano e imponiendo
las más severas penas a quien quita la vida a otro.
No
obstante, en los últimos años algunas leyes han roto el tradicional principio
de protección absoluta del derecho a la vida, permitiendo, o no castigando, el
atentar contra la vida de los concebidos y aún no nacidos mediante el aborto, o
la destrucción de los embriones humanos creados en el laboratorio. Tales leyes
sobre el aborto y las técnicas de procreación artificial han abierto una brecha
en la línea coherente de protección jurídica de la vida humana, que algunos
pretenden ahora a ampliar aún más mediante la permisión de la eutanasia.
Los Estados se comprometen activamente en la
defensa de la vida humana mediante muchas de sus actividades, y también a
través de leyes y otras normas jurídicas. Las normas que regulan el tráfico
rodado o la existencia y funcionamiento de hospitales, las instituciones como
la policía o el ejército, la lucha contra las epidemias, la práctica de las
profesiones sanitarias; las normas sobre seguridad en el trabajo, la regulación
de la calidad de los alimentos, y mil actividades y leyes más que el Estado
promueve o ampara, son otras tantas expresiones del compromiso del Estado y de
la sociedad en la defensa de la vida humana y de su calidad. Como de todos
modos resulta imposible evitar que aparezcan quienes, por unos motivos u otros,
se niegan a respetar el derecho a la vida de los demás, todos los pises
civilizados protegen también penalmente la vida humana, considerando como
delito los ataques a la vida, y amenazando a quienes lo cometan con los
castigos más graves que existen en cada país.
¿Qué dice el Código Penal sobre la eutanasia?
Nuestras
leyes no mencionan el término "eutanasia" en absoluto. El Código
Penal no contiene ninguna regulación especial de la eutanasia, pues considera
homicidio tanto al que se comete por "compasión" o para evitar el
dolor como al que se comete por cualquier otro motivo. Matar es siempre
delictivo para las leyes españolas, sin que importe el motivo. El
suicidio es lícito en nuestra legislación, como sucede en la mayoría de los
países de nuestra cultura. Nuestras leyes no admiten el derecho a suicidarse.
Sin embargo, el suicidio no se considera delito por obvias razones prácticas:
si el que quiere quitarse la vida lo logra, ya no hay a quien castigar; y si no
lo logra, amenazarle con la cárcel sólo servía para agravar sus deseos de suicidio
¿La eutanasia una forma de homicidio consentido?
La eutanasia siempre es matar a otro, con o sin su consentimiento,
por presuntos motivos de compasión o para evitarle dolores o situaciones
dramáticas. Para nuestro Código Penal, la eutanasia es homicidio, y si se
practica a petición de la víctima es el homicidio suicidio antes mencionado. En
todos los casos la pena sería la misma. En la
conservación de la vida humana existen a la vez intereses individuales y
sociales; y ni los primeros pueden prevalecer sobre los segundos en
exclusividad, ni los segundos sobre los primeros.
Ningún
ser humano es una realidad aislada, fuente autónoma y exclusiva de derechos y
obligaciones. Todos somos solidarios por la mutua interacción entre padres e
hijos, entre cada uno y el resto de la sociedad; por eso nadie tiene derecho a
eliminar la vida, aun la propia. Así lo ha entendido la tradición jurídica
occidental, que ha negado toda validez al consentimiento prestado para recibir
la muerte, al considerar el derecho a la vida como indisponible, es decir, como
un derecho deber. Por eso, en nuestro Derecho el auxilio al suicidio es delito,
el homicidio consentido se castiga con la misma pena que cualquier otro
homicidio, y el no evitar un suicidio pudiendo hacerlo es también delito: el
delito de omisión del socorro debido. Y por las mismas razones, nuestros
Tribunales han reconocido el derecho a alimentar forzosamente a quienes se
ponían en peligro de muerte por huelgas de hambre, o el derecho de los médicos
a salvar la vida de quienes la pusieron en riesgo al intentar suicidarse, o el
derecho de los jueces a autorizar actos médicos tendentes a salvar vidas de
pacientes que se niegan a recibir tratamientos normales que no implican
riesgos.
¿Cómo se formula el argumento de evitar la
clandestinidad con el que algunos defienden la legalización de la eutanasia?
Suele
expresarse de este modo: existen situaciones de extrema gravedad y
circunstancias dramáticas en las que unas personas dan muerte a otras por
compasión ante sus sufrimientos intolerables, o bien obedeciendo al expreso deseo
de quienes quieren abreviar su vida, por hallarse en la fase terminal de una
enfermedad incurable. Estas prácticas existen y, al no estar legalmente
reguladas, se desarrollan en la clandestinidad, con lo que se impide por
completo cualquier clase de control sobre los excesos o abusos que puedan
producirse. En consecuencia, hay que establecer una regulación de esos casos
remite.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)