“Planteamiento
del ¨Problema”
La eutanasia es uno de los actos más
controvertibles de la actualidad en cuanto a los derechos del ser humano. Se
entiende por eutanasia a la práctica mediante la cual una persona accede a dar
fin a la vida de otro individuo ya sea a petición de este último o de un tercero,
ello con el deseo de detener el sufrimiento del paciente ya que no puede llevar
una vida digna.
Cabe resaltar que existe una importante distinción
entre la eutanasia activa y la eutanasia pasiva. La primera consiste en la
eutanasia que se realiza, generalmente, por medio de la administración de una
sobredosis de alguna droga con la intención de poner fin al dolor del paciente,
quitando a su vez la vida de éste. Por su parte, la eutanasia pasiva es aquella
donde el médico retira o niega un tratamiento necesario para mantener con vida
al paciente.
Es verdaderamente relevante saber diferenciar ambos
tipos de eutanasia. Es frecuente encontrar casos en los que convenientemente no
se realiza dicha diferenciación, lo cual podría ser crucial a la hora de una discusión
en el ámbito legislativo. Debido a esto, podemos encontrar muchos países que
aún no han tomado una postura respecto a este fenómeno social.
A pesar de lo anterior, la legalización de la
eutanasia ha venido siendo promovida por algunos Estados, como es el caso de
Holanda. En dicho país se han venido estableciendo condiciones desde 1973 con
el fin de poder realizar la eutanasia activa por parte de los médicos y de esta
manera dejaría de ser un delito.
Si bien la eutanasia es un asunto controvertido, la
legalización de ésta constituye un gran dilema no sólo a nivel político sino a
nivel ético y moral. Dicho problema se debe principalmente a la diversidad y
oposición de creencias y pensamientos entre los individuos e instituciones.
La discusión social sobre la eutanasia la vamos a
tener previsiblemente muy intensa en los próximos años y va a estar marcada por
el apasionamiento, ya que todo sobre nacer o morir remueve rincones muy
profundos en los seres humanos.
Aunque la vida es un continuar, sin embargo su
comienzo y su final son los únicos cortes indiscutibles dentro de ese proceso
que se desarrolla día a día, segundo a segundo. Las actitudes ante estos dos
puntos extremos de la existencia humana juegan un papel muy trascendente en la
cosmovisión del hombre y en las facetas de cada cultura.
La Asociación Catalana de Estudios Bioéticos (ACEB)
considera que el activismo pro-eutanasia representa a menudo un paso decisivo
en la exaltación absoluta de la autonomía individual y en la introducción de la
cultura de la muerte. Para el individualismo liberal, la decisión propia se
halla siempre por encima de todo límite: nada me puede ser impuesto, ni tan
solo la muerte. Es la misma ideología que favorece que la mujer elimine a su
hijo antes de nacer si considera que le reduce su autonomía. Despenalizar la
eutanasia significa tanto como apoyar la cultura de la muerte.
Sin embargo, la eutanasia no resuelve los problemas
del enfermo, sino que destruye a la persona que tiene los problemas.
No puede ignorarse que en 1991 se llevó a cabo en
Holanda una encuesta anónima entre los médicos holandeses, tras un tiempo de
vigencia de la despenalización de la eutanasia, con el fin de conocer como se
había concretado en la práctica esta despenalización. Los resultados, recogidos
en el Informe Remmelink, señalaron que anualmente se llevaban a cabo 2.300
eutanasias a petición del paciente. Hubo además 400 casos de cooperación al
suicidio; 1.000 casos de eutanasia sin que mediara petición alguna del
paciente; 5.800 en que se retiró o no se inició un tratamiento útil a petición
del paciente y, a consecuencia de ello, murieron 4.756 enfermos. De los 25.000
casos en que se retiró o se omitió un tratamiento sin que mediara petición del
paciente, en 8.750 esta acción se realizó con la intención de terminar con su
vida. De los 22.500 pacientes que murieron por sobredosis de morfina, la dosis
se administró con la intención de acelerar la muerte en 8.100 casos.
El Informe Remmelink puso de manifiesto también que
el 51% de los médicos en Holanda consideraban la eutanasia practicada al margen
de la voluntad del enfermo como una opción digna de ser tenida en cuenta y el
41,1% de los médicos entrevistados la había realizado. (R. Fenigsen, "The Report of the Dutch Governmental Committee on
Euthanasia", Issues in Law & Medicine 1991; 7: 339-44)
ACEB explica que los enfermos terminales han de
recibir siempre los medios terapéuticos ordinarios, pudiendo, según los casos,
omitirse los extraordinarios. La frontera entre medios ordinarios y extraordinarios
no es algo nítida y perfectamente delimitada, dependiendo en cada caso de
múltiples circunstancias. La Associació Catalana d’Estudis Bioètics recuerda
que existe un límite: el límite de atención que no puede ser sobrepasado sin
atentar directamente contra la vida, es el de la cobertura de las necesidades
vitales mínimas, fundamentalmente alimentación e hidratación, así como
transfusiones y medicación de uso común.
En determinados casos se plantea la administración
de sedantes conocida como sedación terminal. "Se entiende por sedación
terminal la administración deliberada de fármacos para producir una disminución
suficientemente profunda y previsiblemente irreversible de la conciencia en un
paciente cuya muerte se prevé próxima, con la intención de aliviar un
sufrimiento físico y/o psicológico inalcanzable con otras medidas y con el
consentimiento explícito, implícito o delegado del paciente" (J. Porta,
et. al. "Definición y opiniones acerca de la sedación terminal: estudio
multicéntrico catalano-balear". Medicina Paliativa, Madrid, 6:3; pp
108-115. 1999)
El hecho de recurrir al consentimiento implícito o
delegado cuando el paciente puede Conocer la información quita al moribundo su
derecho a afrontar el acto final de su vida: su propia muerte. La familia y el
médico suplantan entonces al enfermo y lo despojan del conocimiento de esta
decisión. Pero el verdadero respeto a los derechos del paciente pasa por
hacerlo partícipe de las decisiones sobre su cuidado, aunque éstas hayan de
pasar por una información desagradable.
La sedación terminal es éticamente correcta cuando
su fin sea mitigar el sufrimiento; cuando la administración del tratamiento
busque únicamente mitigar el sufrimiento y no la provocación intencionada de la
muerte; y cuando no haya ningún tratamiento alternativo que consiga los mismos
efectos principales sin el efecto secundario que sería el acortamiento de la
vida. Entonces este tipo de sedación es correcto y éticamente aceptable.
La verdadera alternativa a la eutanasia y al
encarnizamiento terapéutico es la humanización de la muerte (M. Sureda, 2003).
Ayudar al enfermo a vivir lo mejor posible el último periodo de la vida. Es
fundamental expresar el apoyo, mejorar el trato y los cuidados, y mantener el
compromiso de no abandonarle, tanto por parte del médico, como por los
cuidadores, los familiares, y también del entorno social.
Frente a la cultura de la muerte y su pretensión de
presentar el aborto y la eutanasia como progresos, la Associació Catalana
d’Estudis Bioètics (ACEB) desea recordar que eliminar la vida de una persona -
también si se trata de la vida propia - es siempre y sin excepción un mal
gravísimo, se opone radicalmente al respeto que merece la dignidad de todo ser
humano, substituye la ayuda solidaria y esforzada por la destrucción y alimenta
en su raíz la violencia social.
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